Entierro de Cristo de Juan de Juni (1541-1544). Museo Nacional de Escultura (I).

IMG_6052El mensaje general del Entierro de Cristo es diáfano: las desdichas de este mundo no son eternas, sino un camino a la esperanza. En la disposición de Jesús, pese a la aparente naturalidad, nada responde al azar: ni la dirección de la cabeza, ni la leve elevación del tronco, ni la disposición de las manos. Y todo conduce a un objetivo último: mover a la piedad.
La figura de Cristo es el eje físico y emocional de la composición. Escenifica la entrega de la vida de un Dios para obtener el perdón del pecado original para la humanidad. Juni ha elegido una anatomía musculosa, casi hercúlea, en la que llaman la atención las llagas, objeto preferente de piedad. Los brazos no están dispuestos simétricamente: el derecho descansa junto al costado y la mano izquierda reposa, descoyuntada, sobre el pecho, seguramente para poder mostrar la herida del clavo.
La llaga del costado es quizás la responsable de que la cabeza de Cristo esté girada hacia el espectador, pues el conjunto estaba destinado a una visión frontal. Seguramente sea también uno de los motivos por lo que la cabeza reposa sobre cojines, pues sino se hubiera levantado el tronco, quedaría oculta por el brazo.
La Virgen puede ocupar diferentes lugares, básicamente dos: el centro de la composición, hacia la cadera del Yacente, o bien junto a la cabeza de su hijo. En los Entierros, suele aparecer representada como una mujer cercana a la ancianidad que encarna el paradigma del dolor. No puede sufrir más, pero no ha perdido ni la razón, ni la fe ni la esperanza.
Juan es el discípulo amado, el que permaneció, junto con María, al pie de la Cruz. En los Entierros, puede aparecer en cualquier posición: como una figura “aislada”, más o menos absorto en su dolor, o bien junto a la Virgen, consolándola. Siempre joven, vestido con sencillez, es el modelo para este grupo de edad, que pese a su inexperiencia tiene una oportunidad de salvación si atiende a la verdad.
María Magdalena figura aquí en su posición más clásica, a los pies, mirando a Jesús y portando un bote de ungüento. Su brazo izquierdo traza una potente línea vertical, que acentúa la relación entre ambas figuras y en su cabeza se han querido ver evocaciones de la figura de La Noche, de la tumba de Juliano de Médicis, obra de Miguel Ángel.
María Magdalena es una figura especular de Juan, pues es también joven, y a la vez es su opuesto: no es su juventud sensata, sino la otra, pecadora y rica, lujosamente vestida. Su arrepentimiento y futura penitencia garantizan la salvación a quien quiera imitarla.
José de Arimatea es quien se atreve a dirigirse a Pilatos para pedirle el cuerpo ya sin vida de Cristo, costea el sudario y deposita el cuerpo embalsamado en una tumba de su propiedad. Era un hombre rico (su atributo es la bolsa) pero piadoso, y es a estos a quienes representa, certificando la viabilidad de salvación de los pudientes. Aquí es él quien introduce al espectador en la escena. Vuelto hacia el frente, exhibe una espina extraída de la cabeza de Cristo e invita al devoto a unirse emocionalmente al grupo.
Nicodemo, quizás el mismo que conversó con Jesús una noche y que le amparó ante un posible arresto, aparece en este episodio ayudando a José de Arimatea a descolgar la cruz el cuerpo de Jesús y a enterrarlo. En este contexto, suele aparecer con vestidos modestos, que le sitúan entre los menos pudientes, a quienes puede representar en este grupo de elegidos.
Pero su figura tiene otros significados. Se ha señalado que su gesto pensativo remitiría al intelectual turbado por la duda. Por otro lado, su extrema sencillez se ha apurado a veces hasta hacer de él un necio, lo que le convirtió en el patrón de los animales, especialmente de los cerdos, en la zona de Bretaña.
El resto de los personajes es más variable. Pueden aparecer una, dos o tres Santas Mujeres, a veces con sus esposos. Su significado en los Entierros es transparente: son seres humanos sencillos pero ejemplares, pues su simplicidad no les impide estar en el lugar más importante en el momento más conmovedor.

(Fuente: Museo Nacional de Escultura de Valladolid)

Acerca de Francisco Bermejo Laguna

Soy profesor de educación secundaria desde 2003. He desarrollado esta labor en varios centros. IES Fuente Grande en Alcalá del Valle (2003), IES La Janda en Vejer de la Frontera (2004), IES Inca Garcilaso en Montilla (2004, 2006 a 2008), IES Sierra Sur en Osuna (2004-2005), IES Sierra Nevada en Fiñana (2005-2006), IES Río Aguas en Sorbas (2008 a 2010), IES Herrera en Herrera (desde 2010). En 2006 aprobé las oposiciones obteniendo mi plaza de funcionario en 2007. Soy jefe de departamento desde 2013 en el IES Herrera, donde soy profesor de Educación Secundaria y Bachillerato. He sido coautor de los libros de Geografía e Historia de los cuatro cursos de la ESO, de la editorial Algaida (perteneciente al grupo Anaya) en Andalucía. Los de 1º y 3º de ESO de la edición 2016 y la reedición de 2020, así como los de 2º y 4º de la edición 2017. También he sido coautor del libro Historia del Mundo Contemporáneo de Algaida en su edición de 2020. He sido corrector de PEvAU para la materia de Historia de España en junio de 2017, junio de 2018 y junio de 2019. En cuanto a las publicaciones de carácter científico: En 1996 fui coautor junto con Alberto Ayuela Muñoz del libro "La epidemia de peste en Écija durante el año 1650" (inédito). En el Nº1 del Boletín de la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Buenas Letras "Vélez de Guevara" del año 1997 publiqué el artículo "Medidas para evitar el contagio de peste en la epidemia de Écija de 1650", cuyo contenido estaba basado en gran parte en el trabajo anteriormente mencionado de 1996. En las Actas del V Congreso de Historia de Écija del año 2000 publiqué el artículo "El Cabildo ecijano a principios del siglo XIX".
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